Artículo: «El ruido» de Manuel Alcántara, publicado en La Esquina Revestida el 4 de abril de 2025

Artículo: «El ruido» de Manuel Alcántara, publicado en La Esquina Revestida el 4 de abril de 2025

El Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla y León les recomienda la lectura de «El ruido», la última publicación de Manuel Alcántara en La Esquina Revestida, publicada el 4 de abril de 2025.

Solo se escuchan sus pisadas que rozan con la grava del camino. A veces pequeños trompicones rompen el ritmo monocorde. Es el único sonido que quiebra un silencio que mucha gente encuentra pavoroso y ella sabe que es purificador. La mañana proyecta un sosiego que empata con el vacío de su mente. Hasta ese momento ningún pensamiento ha enturbiado su equilibrio. Tampoco escucha su respiración. Entiende que el bienestar del que goza se debe en gran parte a la ausencia del ruido cuya presencia tanto le aflige. Atrás quedan situaciones en las que terminó mareada y con enormes ganas de huir lo más rápido posible. Reconoce que es una experta en poner pies en polvorosa cuando la situación se pone cuesta arriba. Pero teme que la amenaza esté a la vuelta de la esquina.

Ayer, sin casi quererlo fue super mamá, abogada, administradora del hogar, gestora, amiga y hermana confidente, compañía de mudanzas. Hizo ejercicio, comió. Sabe que le faltó preparar unas facturas pendientes, hacer tres llamadas de seguimiento a clientes e ir a la peluquería. Echó de menos a su amor que está de viaje y fue consciente que le gustaría de vez en cuando tener más espacios tranquilos para leer, dormir un poco más o bañarse en la playa o en el río, contemplar la naturaleza, así sin más… Al acostarse tuvo plena conciencia de que todo pudo ser más intenso, de manera que es en esas ocasiones cuando una especie de murmullo con sordina se apodera de ella y, cosa rara en su forma de ser, le hace estar abatida e incluso malhumorada. Arrullada, recordó entonces las peripecias odiosas en que anduvo metida diez años atrás cuando trabajó en aquel empleo siniestro mientras su matrimonio se hacía añicos.

Valora la charla sosegada con sus seres queridos ya sea de cuestiones banales o de asuntos particularmente delicados. Asimismo, aprecia la conversación con los clientes ávidos de obtener una respuesta a los problemas gestados durante años y que quieren resolver en cinco minutos. El tono medio de la voz debe ser siempre el adecuado, como las pausas en la locución o el uso de expresiones alejadas de la grandilocuencia. No interrumpir a quien está en el uso de la palabra. Mirar a los ojos de la persona interlocutora de vez en cuando. Ejercitar la empatía. Cuando se está en grupo hay que procurar gestar la siempre difícil armonía en la plática colectiva habilitando que todo el mundo presente tenga la oportunidad de decir lo que desee. Por todo ello tiene pavor al eco desordenado, que a veces siente agresivo, de la conversación cruzada entre el grupo de amigas cuando se reúnen. Hay momentos en que incluso parece pendenciero porque el atropello se superpone, nada se saca en conclusión y se impone su reserva.

Durante un par de años vivió en un piso en el que la mala calidad de las ventanas no aislaba a la vivienda del furor constante del tráfico agudizado en aquella época por el uso continuado de las bocinas por parte de los nerviosos conductores. La proximidad de un semáforo incrementaba la frecuencia de frenazos y de acelerones, de cambios de marcha que hacían carraspear a los motores de antaño. Por las noches, las conversaciones vociferantes de los paseantes penetraban en la casa como si se tratara de gente presente en el cuarto de estar. Mucho tiempo atrás los gritos que llamaban al sereno habían sido también insólitos aldabonazos rompedores de la ansiada calma. Pero en ese lapso del final del día, cuando se buscaba la tranquilidad perdida durante la jornada, eran los ruidos del vecindario los que se apoderaban de la escena: discusiones, llamadas a voces, televisores emitiendo el programa estelar, aparatos de música dando las canciones de moda, contribuían a configurar una partitura sonora que generaba el más atroz de los desequilibrios.

Hoy le parece que todo aquello fue un mal sueño, aunque ciertamente trivial. Pero no sabe si lo es el hecho que alguien le recordó de que en días pasados se había conmemorado el final de un largo ciclo de ruido del más trágico cariz. Hace 86 años culminó una etapa oprobiosa, le dijeron, que en sus últimos mil días registró un enfrentamiento bélico que terminó en el silencio de los muertos. La paz de los cementerios puso fin a un drama en el que el ruido se hubo adueñado de la plaza pública, primero, y luego de la conciencia de la gente hasta alcanzar tal intensidad que la vida terminó no siendo posible cercenada por el oprobio, la falta de libertad y la muerte. Rota la convivencia la búsqueda del silencio fue feraz, pero su logro supuso que la mudez reinante significara el triunfo de unos sobre el sojuzgamiento de los otros.

Los decibelios se han incrementado notablemente, escucha. En la era de los extravagantes grandes hombres los personajes públicos se desprecian o incluso se insultan de forma palmaria. El lenguaje es soez. Los gestos son mendaces. Las palabras son dardos, las miradas aguijones, incluso el silencio es desprecio. Ella ha leído que se vive una situación líquida en la que el ruido es sinónimo de polarización. Un término presente desde hace tiempo en el ágora que en principio todo lo quiere explicar y del que, se dice, existe una hábil estrategia fundamentada en él. Debe estar tranquila porque, por ahora, la violencia es solo verbal, aunque la angustia crezca día a día. El ruido, insisten los expertos, es exclusivamente mediático.

Mira a la inmensidad del océano que tiene enfrente suyo. A su derecha el faro sobre el acantilado permanece incólume. A la izquierda la playa se pierde entre dunas en lontananza. No sabe por cuanto tiempo podrá mantener el equilibrio interior del que hace gala. Un estado bienaventurado al que el ruido resulta ajeno. Pero está segura de que cuando él llegue todo será más sólido.

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