Les recomendamos el artículo de Francisco Tomás González Cabañas, «A propósito del nuevo pedido de «vacancia en Perú”», publicado en Diario 16 el día 16 de marzo de 2022
El poshumanismo producto del maridaje entre la posverdad y la posdemocracia entendida como lo postelectoral.
Expresa muy pedagógicamente Juan Carlos Monedero: “El uso del prefijo «post» en las ciencias sociales suele responder a tres razones: prudencia, impotencia o ánimo ideológico. Prudencia, cuando se verifica que un hecho difumina sus contornos, incorpora matices y anuncia novedades sin perder totalmente su condición original. Impotencia, cuando se carece de la capacidad de identificar si lo viejo se ha marchado y lo nuevo ya ha llegado, algo relacionado con la turbulencia de la época y la dificultad del análisis para llegar al núcleo de lo que se quiere definir o para proponer alternativas. Y ánimo ideológico, cuando se quiere distraer la atención para rebajar un potencial conflicto explicando que los cambios son inevitables o no tan relevantes, o bien, en una dirección contraria, cuando se quiere dejar claro que algo que era positivo se ha perdido y conviene recuperarlo para el bien de la colectividad. Los post suelen estar llenos de memoria y de subjetividad” (http://nuso.org/articulo/posdemocracia-frente-al-pesimismo-de-la-nostalgia-el-optimismo-de-la-desobediencia/ )
Este uso si se quiere abusivo del prefijo, para conceptualizar términos, con historias recientes, nos direcciona a un campo en donde la realidad en la que estamos viviendo, no solamente no la podemos dimensionar sin la distancia necesaria, sino que presumimos que eso indeterminado, indefinido o incierto puede, casi por fuerza intuitiva lo arriesgamos, tener características disruptivas, instancias aporéticas o zonas de bifurcación en donde, o sucederá una cosa o la otra, pero, necesariamente, la disyuntiva se resolverá.
Una de las tantas variables que definen nuestra actualidad, es la medida del éxito que nos entronizan desde los medios de comunicación, desde tal atalaya u olimpo en que ciertos semidioses determinan muchas de nuestros sucesos cotidianos, se apuntó al término posverdad como concepto del año, de acuerdo a la razón que esgrimieron, en base a un cálculo aritmético, proporcionado por las estadísticas de la red, en relación al aumento, exponencial, de un año a otro, en su uso en el distrito del lenguaje y por ende en el andamiaje de la comunicación.
La posdemocracia tiene un origen más académico ya que proviene del autor Colin Crouch con su libro cuyo título acuña precisamente el neologismo. En el siguiente y pedagógico resumen del texto podemos obtener una síntesis nodal: “Durante la posdemocracia sobreviven prácticamente todos los elementos formales de la democracia, lo cual es compatible con la complejidad de un periodo “pos”. No obstante, debemos esperar una cierta erosión a largo plazo, a medida que, hastiados y desilusionados nos alejamos cada vez más de nuestro concepto máximo de democracia. También debemos esperar la desaparición de algunos apoyos fundamentales a la democracia y por tanto un retorno todavía más pronunciado a algunas de las situaciones características del periodo predemocrático, retorno cuya responsabilidad es atribuible a la globalización de los intereses empresariales y a la fragmentación del resto de la población.” (Polsci Noob: https://reflexionessociales.wordpress.com/2010/09/22/libroposdemocracia-de-colin-crouch/)
A diferencia de lo que considera el autor, no creemos que el habitar un proceso posdemocrático nos traslade, o devuelva, o retorne a una situación predemocrática. Consideramos que sucederá, precisamente lo contrario, de allí que hablamos de una suerte de maridaje, de hermanamiento, de sincretismo, o síntesis con la posverdad, a la que podríamos definir de acuerdo a la siguiente consideración: Post-truth (posverdad): Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales. Esta es la palabra del año para el Diccionario Oxford, que ha constatado un incremento en su uso “en el contexto del referéndum británico sobre la Unión Europea y las elecciones presidenciales en Estados Unidos”, hasta convertirse en un término habitual en los análisis políticos. Jaime Rubio Hancock. http://verne.elpais.com/verne/2016/11/16/articulo/1479308638_931299.html )
La posdemocracia ha construido, bolsones, archipiélagos de excepción, guetos, extensiones amplísimas de poshumanos a los que creemos (en un uso de la posverdad) como si fuesen iguales en derechos y posibilidades, pero que sin embargo en la realidad son completamente desvalidos en su propia condición de sujetos. Nosotros, insistimos en nuestra posverdad, los creemos prójimos, o próximos o asequibles a nuestro género humano, sin embargo, mediante nuestra posdemocracia los hemos transformados en los residuos necesarios, para extender nuestro ser en el mundo. En sus faltas, en sus carencias, nosotros podemos observar, sentir y percibir nuestros logros, validarlos y legitimarlos, darles sentido a nuestras vidas en la posmodernidad que nos arremete con sus excesos y provocaciones. El desafío consumista-existencial de no poder tenerlo todo, lo hemos resuelto generando quiénes no pueden tenerlo nada.
La poshumanidad, puede ser visible y palpable, en la dificultad, y porque no ascetismo que propondría alejarse de la posverdad que inocula y establece como vara la posdemocracia; Escuchar a quién tenga como objetivo desde hace años, solamente sobrevivir, o hacer sobrevivir a sus hijos, requerirá, prácticamente de conocer previamente el dialecto en el que se comunican, en una suerte de argot callejero en donde la saliva debe ser ahorrada para prorrogar la segura victoria de la inanición. Estos seres a los que perversamente, se los sigue considerando iguales, en el caso de que sean estudiados por valores estándares de la cientificidad, guardarían más relación con el eslabón perdido, que con quién posee otras preocupaciones más allá de comer y no estamos hablando de aspectos estéticos, de los cuáles, el solo plantearlos ya ganaríamos la connotación de además de crueles, ostentar en grado sumo el mal gusto y blandirlo para acomodar un par de letras.
En este festival del “más allá” que denota en definitiva el prefijo post, posible o probablemente y por sobre todo en relación a la crueldad que significa que convivamos con cientos de miles o de millones de semi-seres, a los que por acción u omisión los condenamos a esa situación, no sería solamente literario el pensar que tal vez, seamos el más allá de generaciones anteriores, de las que nosotros seríamos el resultante o una parte de ese resultante. En esa hipótesis, imposible de probar, tal vez, estemos recreando o viviendo, el infierno o el lugar de castigo, de penalidad espiritual, de seres preexistentes, de quiénes han hecho las cosas tan mal (que seríamos nosotros en una suerte de vida anterior, o pasada, siguiendo con esta hipótesis incomprobable, pero verosímil) condenados a habitar un más allá, una suerte de posvida, en donde de maduro caería la necesidad de creernos y mentirnos en posverdades, organizarnos en posdemocracias y por sobre todo, hacer valer nuestra malicia, nuestra mal conformación o adopción de acciones humanas nefastas para haber generado, aumentado y mantenido nuestros niveles de poshumanos para el sostenimiento de nuestros privilegios y prerrogativas que se nutren de la sangre, del sudor y de las lágrimas de los humanos a los que hemos condenado a su actual condición de post o de más allá de lo humano, dado que de tantas carencias a los que los sometemos, ya no lo pueden ser.
Paradojalmente, mientras las sociedades se debaten en constituirse en más democráticas, más se estarán alejando de esto mismo. Las experiencias en la actualidad (o en ciertas comunidades occidentales) así lo demuestran, en un camino, que tiene un solo destino. La recuperación, la redención de lo democrático, que será otra cosa; otra cosa constituida tras la experiencia acontecida. Lo que dan en llamar democracia directa, participación ciudadana, estados asamblearios o deliberativos, avanzarán hacia perspectivas que dejaran de ser, esto mismo que entendemos como democrático. La presencia de estos nuevos elementos, pondrán en el fárrago conceptualizaciones, que nos harán sentir la necesidad de la ausencia, de aquellos que creíamos necesarios en su presencia o híper-presencia, es decir lo que se da en llamar clase política actual o los politocrátas a cargo del poder en occidente en los últimos años en nombre de lo democrático.
Por supuesto que este proceso no será lineal, ni ascético, ni claro. De hecho, ya ha comenzado, no lo es, no lo será y el solo hecho de pretenderlo ya se constituye en un error de concepto craso.
Todos aquellos que pretendan constituirse en partes hacedoras de este rescate de lo democrático, para que devenga en otra cosa, con sus manifestaciones, en el ámbito que lo consideren, hasta incluso, con posiciones, que puedan porque no, contener, la contundencia de lo silente, estarán contribuyendo, a este caldo de cultivo en el que nos encontramos, para multiplicar la presencia de nuestras consideraciones, ideales, utópicas, hasta confusas y equívocas, de lo democrático.
Plantar, infinita e indefinidamente, en todos los lugares que sean un lugar, nuestros semblanteos acerca de la democracia, hará que surja la necesidad compensatoria, de que nos libremos, de que sintamos la pretensión de la ausencia, de esos que hoy, nos saturan con su híper-presencia, los que manifiesta o semánticamente, se definen como democráticos, pero que nos hacen sentir la necesidad de la democracia, pues no la llevan, ni la piensan llevar a cabo, al contrario, la someten, la sojuzgan y en nombre de ella, es que se benefician, personal e individualmente, a costa del perjuicio social y colectivo, para saciar sus deseos y ambiciones más nimias y sectarias, que nada tienen que ver, o muy poco, con nuestra condición de humanos.
Independientemente de qué nos suceda, en ese más allá del que trata la religión como la filosofía, lo que nos sucede mientras tanto, es lo que define nuestra calidad de sujetos y eso es lo que está en juego y en valor. Determinar qué clase de bichos somos es la clave de nuestro desafío político colectivo. Ausentarnos de esta discusión genera la presencia de quiénes, falsa y perversamente dicen representarnos en sus viles beneficios. Estar presentes, es dar un testimonio, una reacción, sea cual fuere (preferentemente las que estén libres de violencia, dado que esta metodología ya ha sido probada) para que en esta multiplicidad de voces, de manifestaciones, encontremos la redención; la salvación, el dios político, la convergencia, que seamos todos y ni uno a la vez, sin que por ello, nadie sienta que no pueda manifestar lo contrario y no tenga la chance de ser escuchado y que le den la razón.
Cuando se declare la vacancia del poder que genera el sistema, alumbrará el sujeto gobernante que tenga mayores consensos y pueda determinar más armónicamente las prioridades del «demos» que lo sostiene como representante de sus intereses concretos, reales, como simbólicos e imaginarios.
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